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Recital de poemas de José Agustin Goytisolo

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martes, 30 de septiembre de 2014

LUÍS ROSALES

Luís Rosales

            Poeta español, poeta adscrito a la llamada Generación del 35 (o 36), movimiento poético  encuadrado en la llamada poesía de la posguerra, nacido en Granada, el 31 de mayo de 1910, hijo de familia acomodada y conservadora.
            Viaja a Madrid, en 1930, para comenzar los estudios de Filosofía y Letras, y después de licenciarse obtiene el doctorado. En  la capital conoce y trata a Miguel Hernández,  los hermanos Panero (Juan y Leopoldo), Gabriel Celaya,  Luís Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, Juan Gil Albert, entre otros poetas y escritores, todos ellos componentes de lo que sería denominada Generación de 1936 (o de la Guerra). Publica su primera obra, Abril, en 1935.
            En esos años, se advierte el progresivo agotamiento de las vanguardias literarias y artísticas, por lo que Rosales, junto a José García Nieto, Dionisio Ridruejo y Luís Felipe Vivanco, comienzan una apasionad tarea de volver a las formas clásicas, teniendo como referente a la figura de Garcilaso de la Vega, por lo que se les denominó "los garcilasistas".
            Su pasión por la poesía y la literatura, le lleva a comenzar su colaboración en la revista Cruz y Raya, publicación que dirigían los poetas Pablo Neruda y José Bergamín.
            Una vez iniciada la Guerra Civil, arrestaron a García Lorca, amigo de la familia Rosales, en la casa de éstos en Granada, y de la que salió para ser fusilado poco después. Rosales, a pesar de haber intentado proteger a García Lorca,  una vez fusilado éste, siguió colaborando en la revista falangista Jerarquía hasta el fin de dicha publicación, además de en la revista El Escorial.
            Su siguiente obra publicada fue En prosa y verso, escrita en 1939 y publicada en 1949, escrita en colaboración con Luís Felipe de Vivanco, y en la que se aprecian sus ideas conservadoras y su adhesión a Franco.
            Años más tarde, en 1949, aparece publicada la primera versión de su obra más importante La casa encendida, obra poética en la que se  muestra en toda su magnitud la profunda renovación poética que experimenta, pues este poemario está escrito en verso libre, sin estrofas, en el que el poeta utiliza en una sabia mezcla el más hondo lirismo y la pura narración,, existencialismo y imaginación, realismo y surrealismo, iniciando así una nueva vía de expresión poética que desarrollará en adelante, tomando como referentes poéticos ciertos recursos estilísticos de Antonio Machado y César Vallejo
            Otras obras de Rosales son Retablo sacro del nacimiento del Señor (1940); Rimas (1951), por la que le otorgaron  el Premio Nacional de Poesía; El contenido del corazón (1969), poemas en prosa; Cómo el corte hace sangre (Rimas del último día); Canciones. Obtuvo, ex aequo con A. Gallego Morell,  el Premio Nacional de Literatura Miguel de Unamuno, en 1973.
            Ingresó en la Real Academia Española en 1962, aunque leyó su discurso de ingreso en 1964.
            Obtuvo el Premio Cervantes en 1982. Falleció en Madrid el 26 de abril de 1992.
               

Bibliografía de Luís Rosales


Luís Rosales, poeta y académico de la RAE
BIBLIOGRAFÍA                                                                                                   
Retablo sacro del nacimiento del Señor (1940)
La casa encendida (1949)
Rimas (1951)
El contenido del corazón (1969)
Obra completa publicada por editorial Trotta:
Poesía
 
Cervantes y la libertad
 
Estudios sobre el Barroco
 
Ensayos de filosofía y literatura
 
La obra poética del conde de Salinas
 
La mirada creadora. Pintura, música y otros temas

PREMIOS
Premio Nacional de Poesía (1949)
remio Nacional de Literatura (1951)
Premio de la Crítica (1970, 1979)
Premio Cervantes de Literatura (1982)

ENLACES
http://www.poesia-inter.net/Luis_Rosales.htm



sábado, 30 de agosto de 2014

Poemas de Luís Rosales

Poeeta y académico de la RAE
3
LA ÚLTIMA LUZ                                                                                
Eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.
                                    Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,
                          ¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque,
                                              y pienso
que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla 
la luz sin sol donde se cumple el día.
Rimas (1951) Primera parte. Juntos los dos en mi memoria sola 
11

¿CÓMO NACE UN RECUERDO?
Retrato de Dionisio Ridruejo
¿Cómo nace un recuerdo? ¿No era un junio?
El cielo abría su puerta
sobre el valle del Arga. Entre los montes
iba la luz con obediencia trémula.
Recuerdo que el silencio atardecía
toda la vida a su extensión sujeta:
los caminos sin gente, las murallas,
y el fresco olor que a los pinares lleva.
Oyendo unas campanas vi tus ojos,
pequeños y naciendo de la tierra
jugaban con un dejo campesino
en la mirada concentrada y lenta,
no suspicaz pero alertada y pronta,
no impositiva pero fija y cerca
de ser dura, tal vez, cuando nos mira
y nos puede ayudar con su dureza.
Los ojos sin pestañas, se diría
sin párpados también, sin brillo apenas,
con libertad no exenta de mesura,
con derramada y fácil negligencia.
¿Cómo nace un recuerdo? La luz última
arropaba tu cara entre la niebla,
descarnada, pequeña, fina y dulce,
cansado el gesto y sin cansar la fuerza.
El cabello castaño, cuando ríes
la risa te reclina la cabeza;
la piel áspera y pálida, la boca
desdibujada, exánime, risueña.
En testimonio de vivir tenías
hoyuelada la cara,
                                      y había en ella
una gran paz convaleciente:
                                                          hoy
sigues dando esa paz que tú no encuentras.
Recuerdo que me hablabas descansando
todo el cuerpo en la voz, y tu voz era
la que llevaba al mundo de la mano,
amplia, segura, convencida, cierta.
Recuerdo... ya no sé. ¿Cuándo empezaste
a estar detrás de la memoria entera,
detrás y como un tren que caminara
sobre dos vidas en la misma rueda?
Rimas (1951) Primera parte. Juntos los dos en mi memoria sola
20

AYER VENDRÁ
La tarde va a morir; en los caminos
se ciega triste o se detiene un aire
bajo y sin luz; entre las ramas altas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol; la tierra huele,
empieza a oler; las aves
van rompiendo un espejo con su vuelo;
la sombra es el silencio de la tarde.
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren, que acaso vuelve, mientras dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.
  Rimas (1951)

AUTOBIOGRAFÍA

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,

sabiendo que jamás me he equivocado en nada,

sino en las cosas que yo más quería. 
La casa encendida (1949)

NADIE SABE HASTA DONDE PUEDE LLEVARLE LA OBEDIENCIA

Me gusta recordar que he nacido en Granada:
Libreros, una calle tan pequeña que iba a dar clase
por la noche;
la cerraba, a la izquierda, una pared arzobispal,
una pared muy digna y casi sin ventanas;
generalmente la cubría una pizca de cielo desconchado.
Sí, señor, así fue, no necesita
que le diga mi nombre,
no es preciso,
no lo va a recordar. [...]
No cabe vivir más,
sólo quiero decirle que esa vestiduría,
me causó un sufrimiento tan intenso que recorrió mi
cuerpo hasta llegar a hoy,
no sé cómo,
no sé
pero con él vino hasta mí la despreguntación,
y viví en un dolor la vida entera:
al ponerme la enagua tuve la sensación de entrar por
vez primera en la oficina,
al ponerme las medias sentí un dolor de parto,
al ponerme las bragas se me cayó una mano en el
infierno,
y vi la mano arder,
y yo seguía vistiéndome sin manos,
Sí, señor, así fue,
aún me dura la humillación, el uniforme era tan largo en mi cuerpo de niño como si
me vistiera con la guerra civil,
y cuando todo estaba terminado me puse en la
cabeza un sombrero de niña y aquel sombrero era la muerte de mis padres. 
La casa encendida (1949)

ES EL MIEDO AL DOLOR

Es el miedo al dolor y no el dolor quien suele hacernos pánicos y crueles,
quien socava las almas
como socavan la ribera las orillas del río,
y yo he sentido su calambre desde hace mucho
tiempo,
y yo he sentido, desde hace mucho tiempo, que el curso de sus aguas nos arrastra,
nos mueve las raíces sin dejarnos crecer,
y nos empuja, y nos sigue empujando hasta 
juntarnos
en esta habitación que es ya un rescoldo mío,
en esta habitación en donde las baldosas se levantan un poco
y ya no vuelven a encajar en su sitio
como la tierra removida ya no cabe en su hoyo:
tal vez a nuestro cuerpo le ocurra igual... 
 La casa encendida (1949)

RECORDANDO UN TEMBLOR EN EL BOSQUE DE LOS MUERTOS

Si el corazón perdiera su cimiento,
y vibraran la tierra y la madera
del bosque de la sangre, y se sintiera
en tu carne un pequeño movimiento
total, como un alud que avanza lento
borrando en cada paso una frontera,
y fuese una luz fija la ceguera,
y entre el mirar y el ver quedara el viento,
y formasen los muertos que más amas
un bosque ciego bajo el mar desnudo
-el bosque de la muerte en el deshoja
un sol, ya en otro cielo, su oro mudo-
y volase un enjambre entre las ramas
donde puso el temblor la primer hoja... 
 La casa encendida (1949)

PORQUE TODO ES IGUAL Y TÚ LO SABES,
has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.
 La casa encendida (1949)

AHORA QUE ESTAMOS JUNTOS

y siento la saliva clavándome alfileres en la boca,
ahora que estamos juntos
quiero deciros algo,
quiero deciros que el dolor es un largo viaje,
es un largo viaje que nos acerca siempre vayas adonde vayas,
es un largo viaje, con estaciones de regreso,
con estaciones que no volverás nunca a visitar,
donde nos encontramos con personas, improvisadas y casuales, que no han sufrido todavía.
Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir,
y yo quisiera recordarte, padre mío, que hace unos años he visitado Italia,
yo quisiera decirte que Pompeya es una ciudad exacta, invariable y calcinada,
una ciudad que está en ruinas igual que una mujer está desnuda;
cuando la visité, sólo quedaba vivo en ella
lo más efímero y transitorio:
las rodadas que hicieron los carros sobre las losas del pavimento,
así ocurre en la vida;
y ahora debo decirte
que Pompeya está quemada por el Vesubio como hay personas que están quemadas por el placer,
pero el dolor es la ley de gravedad del alma,
llega a nosotros iluminándonos,
deletreándonos los huesos,
y nos da la insatisfacción que es la fuerza con que el hombre se origina a sí mismo,
y deja en nuestra carne la certidumbre de vivir
como han quedado las rodadas sobre las calles de Pompeya.
La casa encendida (1949)

SIEMPRE MAÑANA Y NUNCA MAÑANAMOS

Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y ¿quién te cuida?, dime; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-,
Gracias, Señor, la casa está encendida. 
La casa encendida (1949)

CANCIÓN DE LA NIEVE QUE UNIFICA AL MUNDO
Somos hombres, Señor, y lo viviente
ya no puede servirnos de semilla;
entre un mar y otro mar no existe orilla;
la misma voz con que te canto miente.
La culpa es culpa y oscurece el bien;
sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, hasta Belén.
La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia Ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.
Llegaremos de noche, y el helor
de nuestra propia sangre Te daremos.
Éste es nuestro regalo: no tenemos
más que dolor, dolor, dolor, dolor.
 Retablo de Navidad (1940) 

 LARGA ES LA AUSENCIA
La sombra siempre y luz sin la luz mía
HERRERA
Tu soledad, Abril, todo lo llena.
Colma de luz la espuma y la corriente.
Aurora niña con su sol reciente.
Toro en golpe de mar como mi pena.
La soledad del corazón resuena
desierto ya como un reloj viviente,
como un reloj que late porque siente
la marcha de tu pie sobre la arena.
Y así vas caminando sangre adentro,
sangre hacia arriba, hacia el primer encuentro,
sangre hacia ayer en la memoria mía;
¡ay, corazón, donde me pisas tanto!,
¡qué soledad sin ti, cierva de llanto!
qué soledad de luz buscando el día.
Segundo Abril. La estatua de la sal (1935-1939)   
Sonetos de abril. Homenaje a Fernando de Herrera 

 MEMORIA DE TRÁNSITO
Herido de amor huido
F. García Lorca
Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
Tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.
Abril (1935)  

 ASCENSIÓN HACIA EL REPOSO
Como es misericordia la locura y el espacio nos brinda la bienaventuranza,
como es la noche viva, la lluvia silenciosa que va del corazón del hombre hasta los ojos
en un encendimeinto de sombra y hermosura.
Como sé que al morir terminará la muerte.
Como en el corazón se derrama la sangre con un rumor de lluvia que ilumina la niebla.
Como tengo fe de soñar que te amo,
mi carne será un día como un agua corriente
y mi cuerpo será de silencio amoroso, de cristal dolorido cuando tú lo iluminas.
Como en la inclinación morena de tus ojos el silencio vencido se convierte en aroma.
Como tengo una voz que se cubre de yerba donde vuelan las alondras y palabras y lágrimas.
Y como en tu cabello despierta la agonía,
y la paciencia intacta naufragará en la sangre
porque existe la muerte,
porque la sombra clara se convierte en misterio y la quietud del mundo colma la transparencia,
porqué el último olvido morirá con el hombre,
y tu boca de llanto y amapolas violentas,
y tus brazos de cal y niebla reclinada,
y tus manos delgadas como álamos de espuma,
y mi voz,
y mis ojos,
todo será divino al perder la memoria.
Como insiste el dolor, pero no se termina y es la lenta ascensión de la sangre al reposo.
Como es la primavera al donaire porque llevas el alma derramada en el paso.
Como es la caridad para mirar tu cuerpo y es la noche tranquila tu encendida alabanza.
Como tú eres el único sufrimiento posible y la angustia de cal que me quema los ojos,
con humildad,
buscando la palabra precisa,
yo te ofrezco la sombra, la paciencia del mundo donde olvido la espera,
donde olvido esta inmóvil angustia de ser junco y sentir en las plantas los impulsos del río,
donde puedo creer,
donde puedo creer, porque marchamos juntos igual que dos hermanos perdidos en la nieve.
Abril (1935) 



sábado, 31 de mayo de 2014

MANUEL ALTOLAGUIRRE

por Ana Alejandre                                                                         
Manuel Altolaguirre


Su nombre completo era Manuel Altolaguirre Bolín, poeta, editor y productor cinematográfico, nacido en Málaga, el 29 de junio de 1905.

Cursó estudios de bachillerato en colegio de jesuitas y, posteriormente, Derecho en la Universidad de Granada y aunque obtuvo dicha licenciatura nunca ejerció de abogado.

Desde muy joven sintió interés por todo lo relativo al mundo de la edición e impresión de libros. Por ese motivo y unido a su condición de poeta, aunó ambas actividades y componía versos que, más tarde, el mismo editaba e imprimía, denominando a su actividad de editor como “un auténtico rincón de poesía”, por la libertad que le confería poder escribir y editar sin cortapisas ni injerencias ajenas.

Llevado por su vocación poética, fundo en 1923 la primera revista poética Ambos, junto a José María Hinojosa y José María Souvirón.

Más tarde, entró en contacto con los círculos literarios de Madrid a los que frecuentó y allí conoció a José Bergamín, a Federico García Lorca, al que ya había conocido en Málaga hacía algunos años, y Rafael Alberti; todos ellos figuras destacadas de la poesía.

Junto a Emilio Prados, fundó, en 1926, la revista Litoral, de la que fue codirector y, además, editó personalmente los cuadernos literariosPoesía, en Málaga y París.

Su primer poemario lo publicó en este último año Las islas invitadas y otros poemas. Al que siguieron Poemas del agua, 1927, y Soledades juntas, en 1931.

En 1932 se casó con Concha Méndez, también escritora. Desde 1933 a 1935, el matrimonio Altolaguirre vivió en Londres, continuando con la labor editorial y crearon la revista bilingüe hispano-inglesa "1616", en homenaje y recuerdo al año de la muerte de Cervantes y Shakespeare.

Altolaguirre Regresó a España en 1935, y fundó la revista Caballo Verde para la Poesía, a la que consideraba la representación de la llamada “poesía humana”, dirigida por el poeta chileno Pablo Neruda entre 1935 y 1936. Fue en este último año cuando fundó la colección poéticaEl Héroe, dedicada a las obras de los poetas de su generación.

Su interés y vocación artística le llevó a realizar labores teatrales, desde la dirección escénica de obras como Mariana Pineda, de García Lorca, que fue estrenada durante el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas. 

Esa postura política la mantuvo una vez declarada la Guerra Civil en la que manifestó su apoyo al bando republicano, lo que le supuso el exilio obligado cuando finalizó la guerra. Por dicho motivo, se exilió, primero a Cuba y, posteriormente a Méjico, pero antes fue internado en un campo de concentración francés, experiencia traumática que le supuso sufrir una crisis nerviosa durante su internamiento.

Después de ser liberado del campo llegó a Cuba, acompañado de su esposa y su hija mayor, país en el que residieron hasta que marcharon a Méjico hasta el final de su exilio.

Se separa de su esposa, Concha Méndez, y comienza una relación sentimental con María Luísa Gómez Mena.

Su labor editorial continua y edita Poemas de las islas invitadas, en 1936, en el primer suplemento de la revista Litoral que es publicada en Méjico, aunque muy fugazmente, en colaboración con Emilio Prados, Francisco Giner de los Ríos y otros. En ese mismo año, publica también La lenta libertad.

Funda con su pareja de entonces, María Luísa Gómez Mena, la editorial Isla, cuyo fondo editorial se compone tanto de autores cásicos como contemporáneos, como Bergamín o Unamuno, entre otros. 

Sus incursiones en el mundo cinematográfico no cesan, por lo que escribe y produce la película Subida al cielo, en 1951, dirigida por Luís Buñuel; además, realiza una versión de El cantar de los cantares.

En el teatro realizó, como autor teatral, Entre dos públicos, en1934.

En cuanto a otros géneros literarios que también cultivó, fue autor de una biografía de Garcilaso de la Vega, así como realizó traducciones de Shelley y Pushkin. Realizó y publicó una Antología de la poesía romántica española, en 1932, y un ensayo que lleva por título Presente de la lírica mejicana, en 1946. En este año publicar Nuevos Poemas de las islas invitadas, que había vuelto a reeditar en 1944. Y su último poemario Fin de un amor, fue publicado en 1949.

También dejó una novela sin terminar, El caballo griego, que fue publicada de forma parcial en Papeles de Son Armadans, en 1958, revista literaria fundada y dirigida por Camilo José Cela.

Falleció, en una accidente de tráfico, junto a su esposa, en Burgos, el 26 de julio de 1959.

El Premio Nacional de Literatura le fue otorgado en 1933.


Comentarios sobre su obra:

Es el más joven de los poetas adscritos a la Generación del 27; pero también es el más espiritual y con un profundo tono intimista en toda su obra.

Su obra no es muy extensa, y en ella se advierte notablemente una cierta desigualdad, tanto en forma como en estilo, pero supo crear con hondura y sensibilidad un mundo poético personal e intimista, en el que se puede apreciar una gran riqueza de matices.

Su polifacetismo le llevó a intentar experimentar tanto en el mundo de la poesía, del cine y el teatro, además de en otros géneros literarios como el ensayo, la biografía, las memorias y hasta la novela. Tenía una gran facilidad de expresión y en todos esos géneros se advierte su peculiar y profunda sensibilidad, aunque es en la poesía donde alcanza mayores cotas de calidad literaria, de autenticidad en su expresión artística y de riqueza conceptual y formal.


Biibliografía de Manuel Altolaguirre

Bibliografía , premios y enlaces de Manuel Altolaguirre                

Manuel Altolaguirre
BIBLIOGRAFÍA

Poesía:

Las islas invitadas (1926)
Poemas del agua (1927)
Soledades juntas (1931)
La lenta libertad (1936)
Las islas invitadas (1936)
Nube temporal (1939)
Poemas de las islas invitadas (1944)
Nuevos poemas de las islas invitadas (1946)
Fin de un amor (1949)
Poemas en América (1955).

Memorias:
El caballo griego
Teatro:
Entre dos públicos (1934)
El triunfo de las Germanías

PREMIOS

Premio Nacional de Literatura, 1933

ENLACES


Muestra poética de Manuel Altolaguirre


PLAYA                                                                                                 
Manuel Altolaguirre


A Federico García Lorca

Las barcas de dos en dos,
como sandalias del viento
puestas a secar al sol.

Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.

Sobre la arena tendido
como despojo del mar
se encuentra un niño dormido.

Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.

Y más allá, pescadores
tirando de las maromas
amarillas y salobres.

Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.

 Las islas invitadas (1926)

 SEPARACIÓN

Mi soledad llevo dentro,
torre de ciegas ventanas.

Cuando mis brazos extiendo
abro sus puertas de entrada
y doy camino alfombrado
al que quiera visitarla.
Pintó el recuerdo en los cuadros
que decoran sus estancias.
Allí mis pasadas dichas
con mi pena de hoy contrastan.

¡Qué juntos los dos estábamos!
¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma?
Nuestra separación última,
¡qué muerte fue tan amarga!

Ahora dentro de mí llevo
mi alta soledad delgada.

Ejemplo (1927)

TUS PALABRAS

Apoyada en mi hombro
eres mi ala derecha.
Como si desplegaras
tus suaves plumas negras,
tus palabras a un cielo
blanquísimo me elevan.

Exaltación. Silencio.
Sentado estoy a mi mesa,
sangrándome la espalda,
doliéndome tu ausencia.

 Poesía (1930-1931)

BESO

¡Qué sola estabas por dentro!

Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.

Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.

Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.

¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!

Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.

Poesía (1930-1931

LAS CARICIAS

¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!

Soledades juntas (1931)

MIRADAS

Ojos de puente los míos
por donde pasan las aguas
que van a dar al olvido.
Sobre mi frente de acero
mirando por las barandas
caminan mis pensamientos.

Mi nuca negra es el mar,
donde se pierden los ríos,
y mis sueños son las nubes
por y para las que vivo.

Ojos de puente los míos
por donde pasan las aguas
que van a dar al olvido.

Poesía (1930-1931)

POR DENTRO

Mis ojos grandes, pegados
al aire, son los del cielo.
Miran profundos, me miran
me están mirando por dentro.

Yo pensativo, sin ojos,
con los párpados abiertos,
tanto dolor disimulo
como desgracias enseño.

El aire me está mirando
y llora en mi oscuro cuerpo;
su llanto se entierra en carne,
va por mi sangre y mis huesos,
se hace barro y raíces busca
con las que brotar del suelo.

Mis ojos grandes, pegados
al aire, son los del cielo.
En la memoria del aire
estarán mis sufrimientos.

Poesía (1930-1931)

LA VOZ CRUEL

A Octavio Paz

Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que empujaron por el declive pedregoso
la carne ajena,
quienes debieron ser almas de todos
y se arrancaban de ellos mismos
cuerpos parásitos
para despeñarlos.

Mil muertos de sus vidas brotaban,
mil muertos solitarios
que miraban desde el suelo,
durante el último viaje,
la colosal estatua a la injusticia.

No eran muertos,
eran oprimidos,
seres aplastados,
ramas cortadas de un amante o de un padre,
seres conducidos por un deseo imposible,
topos de vicio
que no hallarán la luz
por sus turbias y blandas galerías.

Alzan la voz cruel
quienes no vieron el paisaje,
los que triunfaron
por la paz interior de sus mentiras.

¡Oh mundo desigual!
Mis ojos lloren
el dolor, la maldad:
la verdad humana.

La lenta libertad (1936)

PARA ALCANZAR LA LUZ

Dicen que soy un ángel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.

Cansado de subir, a veces ruedo
(tal vez serán los pliegues de mi túnica),
pero un ángel rodando no es un ángel
si no tiene el honor de llegar al abismo.

Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.

Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte.

Nuevos poemas de las islas invitadas (1946)

FIN DE UN AMOR

No sé si es que cumplió ya su destino,
si alcanzó perfección o si acabado
este amor a su límite ha llegado
sin dar un paso más en su camino.

Aún le miro subir, de donde vino,
a la alta cumbre donde ha terminado
su penosa ascensión. Tal ha quedado
estático un amor tan peregrino.

No me resigno a dar la despedida
a tan altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.

No es culminación lo que lamento.
Su culminar no causa la partida,
la causará, tal vez, su acabamiento.

Fin de un amor (1949)

MIS PRISIONES

Sentirse solo en medio de la vida
casi es reinar, pero sentirse solo
en medio del olvido, en el oscuro
campo de un corazón, es estar preso,
sin que siquiera una avecilla trine
para darme noticias de la aurora.

Y el estar preso en varios corazones,
sin alcanzar conciencia de cuál sea
la verdadera cárcel de mi alma,
ser el centro de opuestas voluntades,
si no es morir, es envidiar la muerte.

Fin de un amor (1949)